Deberían haber sido recogidas hace un par de semanas para tentar a los compradores en mercados y tiendas, o haber sido procesadas para adornar los cócteles sin alcohol de Shirley Temple, brillantes y gordas, explotadas de dulzura.
La cosecha perdida ha afectado a casi una cuarta parte de las 50 hectáreas de cerezos de Chandler, no por mal tiempo, enfermedades o plagas, sino porque no había nadie para recoger la fruta.
“Este invierno verán un montón de mapaches gordos y felices”, dijo Chandler con tristeza, de pie entre sus árboles aún cargados. “Desafortunadamente, no pudimos cosecharlos”, agregó.
Dijo que había formado una fuerza laboral temporal leal para su operación en el condado de Wasco, llamada CE Farm Management, a unos 90 minutos de Portland. Las mismas personas llegaban año tras año y se mantenían en contacto con anuncios de nacimientos y tarjetas navideñas. Pero este año, la mitad no llegó, y muchos de sus vecinos también estaban buscando recolectores. En total, Chandler dijo que perderá entre US$ 250.000 y 300.000 en ingresos, que se pudrirán en los árboles.
“Es una pérdida de ingresos para la operación, pero también es una pérdida de ingresos para los trabajadores que habrían podido recogerlos si hubieran estado aquí”, dijo.
“El comienzo de la temporada coincidió, lamentablemente, con la aplicación muy estricta de las leyes migratorias en el sur de California, de donde proviene nuestra fuerza laboral, y eso tuvo un efecto disuasorio en quienes querían mudarse”, indicó.
Los recolectores de Chandler son en su mayoría latinos que siguen las cosechas en el oeste y el noroeste. Pero con las redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en ciudades y lugares de trabajo, y las detenciones e incluso deportaciones de muchos de ellos que carecen de antecedentes penales, hay una drástica disminución de la mano de obra este año.